Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Sus solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga insoportable. Cuando extienden sus manos para orar, cierro los ojos; aunque multipliquen sus plegarias, no los escucharé. Sus manos están llenas de sangre. Lávense y purifíquense; aparten de mí sus malas acciones. Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien, busquen la justicia, auxilien al oprimido, defiendan los derechos del huérfano y la causa de la viuda’’. (Is 1:13-17)

Tal vez es demasiado pensar que Dios esté cansado con nuestra devoción, pero las Escrituras son muy claras. Lo que Dios quiere no es devotos más bien justos, los que hacen la justicia: auxiliar al oprimido, defender los derechos del huérfano, y la causa de la viuda. Un entrenador de fútbol universitario y su equipo hicieron un video de Youtube para enseñar a la iglesia. Como ellos dijeron: Todas las vidas no se pueden importar hasta que las vidas negras importan.