Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Por aquel entonces, Elías partió luego y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él trabajaban doce yuntas de bueyes y él trabajaba con la última. Elías pasó junto a él y le echó encima su manto. Entonces Eliseo abandonó sus bueyes, corrió detrás de Elías y le dijo: “Déjame dar a mis padres el beso de despedida y te seguiré”. Elías le contestó: “Ve y vuelve, porque bien sabes lo que ha hecho el Señor contigo”. Se fue Eliseo, se llevó los dos bueyes de la yunta, los sacrificó, asó la carne en la hoguera que hizo con la madera del arado y la repartió a su gente para que se la comieran. Luego se levantó, siguió a Elías y se puso a su servicio. (1 Reyes 19:19-21)

Nos gusta pensar que en las historias de los llamados de la Biblia hay mucho efectos especiales, pero no lo hay. El pobre Eliseo está trabajando en el campo. Llega Elías y le echa encima su manto. Entonces Eliseo se despide de sus papás y se va con Elías. ¡Ojalá que todos contestemos el llamado de Dios tan pronto!

San Antonio de Padua fue muy erudito con las Escrituras. Por eso en el arte de la iglesia San Antonio tiene en sus brazos la Palabra Hecha Carne (el Niño Dios).