Por lo que toca a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestro encuentro con él, les rogamos que no se dejen perturbar tan fácilmente. No se alarmen ni por supuestas revelaciones ni por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que los induzcan a pensar que el día del Señor es inminente. Que nadie los engañe en ninguna forma. (2 Tes 2:1-3, 14-17)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/082724.cfm
El engaño no es sólo un problema de nuestra “era de la información”. El mundo antiguo (y la iglesia) tenía el mismo problema. San Pablo tuvo problemas con cartas falsas escritas en su nombre. Siempre ha habido personas de mala reputación (incluso buena gente de la iglesia) que quieren desviar a otros, especialmente en lo que respecta al fin del mundo. ¡Siempre tenemos que verificar nuestras fuentes, recordar las tradiciones que nos han enseñado y USAR NUESTRO CEREBRO! Santa Mónica, la madre de San Agustín, fue una mujer de sentido común que nadie podía engañar. Mientras agonizaba, le pidió a su hijo que simplemente “se acordara de mí siempre en el altar del Señor”.
Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
Santa Mónica, 27 de agosto
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