Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación. No te avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor, ni te avergüences de mí, que estoy preso por su causa. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. (2 Tim 1:6-7)

Las Cartas Pastorales, 1&2 Timoteo y Tito, están escritas en el nombre de San Pablo. Contienen muchos pasajes hermosos sobre el ministerio y la predicación del evangelio en tiempos difíciles: “Comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio”. San Carlos y sus compañeros recibieron el martirio a finales del siglo 19. Hoy en día cuando el racismo parece triunfante, podemos recibir aliento de las palabras puestas en la boca de San Pablo:

Por este motivo soporto esta prisión, pero no me da vergüenza, porque sé en quién he puesto mi confianza, y estoy seguro de que él con su poder cuidará, hasta el último día, lo que me ha encomendado. (2 Tim 1:12)