Por la noche, Pablo tuvo una aparición: vio a un macedonio, que de pie ante él, le rogaba: “¡Ven a Macedonia y ayúdanos!” Después de esta visión, determinamos salir para Macedonia, convencidos de que Dios nos llamaba a predicar allí el Evangelio. (Hechos 16:9-10)
A veces las visiones en la noche nos ofrecen un futuro que no podríamos imaginar. La visión de San Pablo lo llamó a Macedonia—el antiguo hogar de Alejandro Magno. Y de repente la Cristiandad estaba saliendo del Medio Oriente, y poco a poco llegando al Oeste y eventualmente a Roma misma, cumpliendo las palabras de Jesús: “Me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”. (Hechos 1:8)