Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

“Te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra”. (Is 49:1-6)
Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a derecha de Jesús. (Jn 13:21-33, 36-38)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/040423.cfm
Una figura central del Cuarto Evangelio (el que llamamos “según San Juan”) es el Discípulo Amado. En el Cenáculo, es el Discípulo Amado, no Pedro ni Juan ni ninguno de los otros, quien está más cerca de Jesús. Aunque generalmente se considera anónimo, tal vez el Discípulo Amado sea en realidad nombrado por el escritor del evangelio en el capítulo 11. Sin embargo, el Discípulo Amado representa a todos nosotros, los discípulos amados del Señor. El segundo Canto del Siervo nos recuerda que la luz ha de “llegar hasta los últimos rincones de la tierra”.