Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Jesús dijo: “Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas”. (Jn 10:14-15)

Cuando hay personas que den su vida para los demás, se hacen íconos del Buen Pastor. Gracias al coronavirus, todos nosotros hemos descubierto el Rostro del Buen Pastor en las muchas personas que normalmente damos por hecho: la viejita del aseo; el basurero en el vecindario; el repositor que pone los productos en el supermercado. Hay muchas personas que nos sirven y quedan anónimas. Tal vez, después del virus, regresaremos a la vida normal y los damos por hecho otra vez . . . pero tal vez no. Tal vez, si Dios quiere, ahora nos damos cuenta de que es necesario que todos formemos el Rostro del Buen Pastor los unos con los otros. El Rostro de Aquel que no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate de todos nosotros.