No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre. (Jn 6:27)
Tener hambre por el alimento que no acaba . . . tener hambre por el alimento que dura para la vida eterna. Ese hambre nos pone en camino, un camino que dura para siempre . . . y solo termina en Dios. Es como las comidas de domingo en casa . . . el pollo frito de mi abuela, con puré de papa y la salsa de pollo de mi abuela, dos tipos de maíz—cremoso y en grano, chícharos, espárragos, y los bolillos de mi tía Isabel. Y el postre—el pastel de manzana a la alemana de mi mamá. Fue comida que nos satisfacía por supuesto . . . pero fue comida para llenar nuestras almas. Como decía mi madrecita mexicana:
Comida hecha con amor, tiene más sabor.
La comida que nos da el Señor esta hecha con mucho amor y satisface cuerpo y alma.