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Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Apareció entonces en el cielo una figura prodigiosa: una mujer envuelta por el sol, con la luna bajo sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza.
(Apoc 12:1)

¿Quién soy yo, para que la Madre de mi Señor venga a verme?
(Lc 1:43)

En el año 1531, la aparición de la Virgen María a Cuauhtlatoatzin (bautizado como Juan Diego) fue el estímulo para la evangelización de las Américas. Los frutos de este momento perduran en la fe de los pueblos indígenas de estas tierras y sus descendientes. Una amiga (no latina) me dijo: “Esta es la única aparición de que no tengo dudas”. Lo que la Señora le dijo a Cuauhtlatoatzin fue muy sencillo: “Yo soy tu madre piadosa”. Pero ella se lo apareció como indígena y hablando su idioma. Y todavía la Morenita de Guadalupe sigue siendo la piadosa Madre de todos los discípulos de su Hijo.