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Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Desde siempre el Señor es Dios,
 creador aun de los últimos rincones de la tierra.
 Él no se cansa ni se fatiga
 y su inteligencia es insondable.
Él da vigor al fatigado 
y al que no tiene fuerzas, energía.
 Hasta los jóvenes se cansan y se rinden, 
los más valientes tropiezan y caen;
 pero aquellos que ponen su esperanza en el Señor,
 renuevan sus fuerzas;
 les nacen alas como de águila,
 corren y no se cansan, caminan
 y no se fatigan.
(Is 40:28-31)

Otro mensaje de esperanza del profeta Isaías que ha sido usado para expresar la providencia divina hacia nosotros—para que corramos y no nos cansamos, caminemos y no nos fatigamos. Hoy es la fiesta de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Su nombre “Cuauhtlatoatzin” significa “el que habla como águila”. Recibió las visiones de Nuestra Señora de Guadalupe en el cerro del Tepeyac cerca de la gran ciudad de Tenochtitlán (ahora la Ciudad de México) empezando el 9 de diciembre de 1531. Después de contar su historia, más que 11 millones de indígenas fueron bautizados. Fue canonizado por Juan Pablo II en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe el 31 de julio de 2002, el primer santo indígena de las Américas. Y yo estaba allí.