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Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Es cierto que aspirar al cargo de obispo es aspirar a una excelente función. Por lo mismo, es preciso que el obispo sea irreprochable, que no se haya casado más que una vez, que sea sensato, prudente, bien educado, digno, hospitalario, hábil para enseñar, no dado al vino ni a la violencia, sino comprensivo, enemigo de pleitos y no ávido de dinero; que sepa gobernar bien su propia casa y educar dignamente a sus hijos. Porque, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios quien no sabe gobernar su propia casa? (1 Tim 3:1-13)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/091923.cfm
Los requisitos para obispos y diáconos suponen que estén casados y tengan familia. Ser capaz de administrar la propia casa lo prepara a uno para cuidar de la iglesia. Tal vez necesitemos recuperar esa idea clave. La foto de hoy es de mi ordenación como diácono en la iglesia de la Abadía de Saint Meinrad en 1977 con el Arzobispo George Biskup de Indianapolis.