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Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Uno de los leprosos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ese era un samaritano. Entonces dijo Jesús: “¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?” Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. (Lc 17:11-19)

Qué importante es nuestra reunión semanal para celebrar la Eucaristía (literalmente “dar gracias”): para dar gracias por todo lo que Jesús hizo para salvarnos, para dar gracias por todas las bendiciones que hemos recibido. En la historia del evangelio de la limpieza de los leprosos, los diez leprosos fueron sanados, pero solo uno se salvó: el que regresó para dar gracias al Señor.