Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.

“Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron.” (Lc 16:19-22)

No puedo olvidar de la clase del seminario cuando nuestro profesor del Nuevo Testamento nos dijo: "En el mundo antiguo, solo los ricos tenían tumbas”. Y nosotros le preguntamos, ¿Pues, qué pasó con Lázaro? Y el profesor nos dijo: “Los perros lo comían, porque ya tenían una prueba por lamerle las llagas”. ¡Gracias al evangelista por dejar escribir unos detalles!