“No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?” Ellos contestaron: “Sí podemos”. Y él les dijo: “Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado”. (Mt 20:22-23)
Cuando el Señor dice a los dos discípulos ambiciosos, "Beberán mi cáliz", no está hablando de una copa de oro en el altar. Como dice San Juan Crisóstomo: Dios no quiere copas de oro en el altar, sino corazones de oro en nosotros.