Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.
(Lc 2:22-40)
Lo maravilloso acerca de la familia de Dios es que todos pertenecemos. Y por eso, la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, nos recuerda que aunque seamos solos en este mundo, hay una gran familia y todos somos miembros. La foto es el cuadro de Merson, Rest on the Flight into Egypt (Descanso en la Huida a Egipto). El villancico es Zagalillos.