Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Yo vi que la gloria del Señor llenaba el templo. Entonces oí que alguien me hablaba desde el templo, y el hombre que estaba junto a mí me dijo: “Hijo de hombre, éste es el lugar de mi trono, el lugar donde pongo las plantas de mis pies. Aquí habitaré para siempre con los hijos de Israel”. (Ezekiel 43:5-7)

El verano de los profetas ya se acaba con esta lectura del Profeta Ezekiel, la visión de la Gloria del Señor en el Templo. Pero ¿cuál templo—el templo de Jerusalén que está en ruinas, o el templo que es el Pueblo de Dios?

Hoy es el día octavo de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María. Celebramos el momento cuando María recibió la Corona de Vida de su Hijo. Como mi joven amigo jesuita dijo:

"Todas las enseñanzas sobre la Virgen María es una enseñanza sobre nosotros, los cristianos. En su concepción, ella recibió la misma gracia que nosotros recibimos en el bautizo. Y al final de su vida, ella fue levantada como Jesús, y también un día todos nosotros".

Y la fiesta de hoy es lo mismo . . . la Corona de Vida nos espera a cada uno de nosotros.