En aquel tiempo, Jesús estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus parientes se acercaron y trataban de hablar con él. Alguien le dijo entonces a Jesús: “Oye, ahí fuera están tu madre y tus hermanos, y quieren hablar contigo”. Pero él respondió al que se lo decía: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: “Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”. (Mt 12:46-50)
San Agustín sabía que nosotros somos hermanos y hermanas a Jesús. Pero se preguntaba como nosotros podríamos ser madres al Señor. Por fin, San Agustín dijo que podemos ser madres al Señor cuando compartimos la fe con los demás. ¡Que bacano—dando luz al Señor en la vida de otros!