Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas. (Lc 16:19-31)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/092825.cfm
Como alguien dijo una vez, la característica más importante de los pobres es su invisibilidad. Cuando el Papa Juan Pablo II predicó sobre esta parábola en su primera visita pastoral a Estados Unidos, la derecha católica se enfureció. El Papa afirmó que el pecado del rico no era ser rico, sino no haber visto al pobre que yacía en su puerta. https://youtu.be/eGfdhxfn5OE?si=MLIakE-aV2IfLZrd
Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
Domingo XXVI, Tiempo Ordinario
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