Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Después, cuando estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos. Viendo esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?” Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. (Mt 9:9-13)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/070425.cfm
En un mundo donde la misericordia y la compasión son ridiculizadas y la crueldad es celebrada, que Jesús se siente a la mesa con aquellos que todos los demás rechazarían nos llama a la rendición de cuentas. La Declaración de Independencia (1776) hace la audaz declaración de que todos los hombres (y mujeres) "son creados iguales, que son dotados por su Creador con ciertos Derechos inalienables, que entre estos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad". Como proclama orgullosamente la Estatua de la Libertad en el puerto de Nueva York: "Denme a sus cansados, a sus pobres, sus masas apiñadas anhelando respirar libres". Tal vez, hemos perdido algo.