Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que “todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará”. Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en Él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de Él? ¿Y cómo oír hablar de Él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: “¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!” (Rom 10:9-18)
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Pasos hermosos! Eso es lo que queremos al llevar las buenas nuevas. Porque somos discípulos misioneros proclamando el amor incondicional del Señor sin distinción como lo hizo San Andrés junto con su hermano San Pedro.