Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte”. Jesús le respondió: “Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna”.
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/101324.cfm
Al crecer como hijo único, nunca tuve mucha familia. Al mirar atrás a más de 46 años de ministerio, puedo decir verdaderamente que la promesa del Señor de cien veces más “hermanos, hermanas y madres” se ha cumplido en todas las personas en todas las parroquias donde he tenido el privilegio de trabajar. Agradezco a todos los hermanos, hermanas y madres que han llenado mi vida y me rodean con tanto amor. Estoy especialmente agradecido a mi madrecita colombiana, Doña Ofelia Arroyave, quien extraoficialmente me adoptó en su familia. Aquí en Colombia tengo 10 hermanos y hermanas, 19 sobrinos y sobrinas nietas, ¡y una más en camino! ¡Su bandera sobre mí es amor!