Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

II Domingo del Adviento 2019, Año A
(Isa 11:1-10; Rom 15:4-9; Mt 3:1-12)

 

Las fiestas navideñas son un tiempo especial. Todo el mundo tiene ganas de volver a casa. Las aerolíneas están llenas de pasajeros y las carreteras también. Y aunque no podemos regresar a casa físicamente todos podemos tocar la casa de recuerdos que vive en nuestro corazón. Tal vez regresamos a casa por medio de visitar con familiares o amigos, tal vez por medio de la comida casera y los platos navideños, o tal vez por los alumbrados y los villancicos. No puedo escuchar LOS PECES EN EL RÍO sin pensar en mi madrecita mexicana:

Pero mira cómo beben los peces en el río
 Pero mira cómo beben por ver al Dios nacido
 Beben y beben y vuelven a beber
 Los peces en el río por ver a Dios nacer.

Mi madrecita mexicana fue la señora que me cuidaba mientras estaba estudiando el español en la escuela de idiomas en Cuernavaca, México. Ella me enseñó ese villancico. Tal vez regresemos a casa por medio de realizar la Navidad en las vidas de otros cuidando a los pobres y a los más necesitados. No importa como lo hagamos, todos podemos regresar a casa en la Navidad. De veras, las fiestas navideñas son un tiempo mágico.

Por eso, tenemos esta temporada de Adviento. Este tiempo de alegre espera antes de la Navidad nos ayuda mucho. Porque en la Navidad queremos encuentro con Jesús. El Señor nos viene con brazos abiertos. En la liturgia de la iglesia escuchamos las profecías del viejo profeta Isaías, que cuenta de la venida del Señor que:

Hará justicia a los débiles
y defenderá los derechos de los pobres.

Este encuentro con Cristo cambia la vida del pobre y del desamparado . . . y también cambia a nosotros y al mundo entero. Los salmos nos invitan a cantar:

(Ven, Señor, rey de justicia y de paz.)
Que en nuestros días florezcan
la paz y la justicia.

Paz y justicia . . . no para pocos, mas bien para todos.

El santo de Adviento, San Juan Bautista, también nos llama al arrepentimiento:

Preparen el camino del Señor,
enderecen sus senderos.

Y lo entendemos bien. Para preparar el camino del Señor hay que cambiar nuestro corazón y nuestra actitud. Por eso, celebramos el sacramento de la Reconciliación en la iglesia y en la familia hacemos las paces. Porque Dios quiere que todos estemos en casa en la Navidad. Pero estar en casa a solas en la Navidad no sirve para nada. Pero si preparamos el camino del Señor en nuestras vidas y en las vidas de los demás . . . pues, no estaremos a solas . . . porque todo el mundo estará con nosotros. Tal vez, la temporada del Adviento es exactamente lo que necesitamos . . . para que todos podamos regresar a casa en la Navidad.

Pues el viejo San Pablo también nos tiene un consejo del Adviento. San Pablo dice:

Acójanse los unos a los otros
como Cristo los acogió a ustedes.

Esto es buen consejo. Porque el Señor a quien esperamos, nos recibe con brazos abiertos. Ahora, si nosotros en cambio podemos abrir los brazos para recibir los unos a los otros para que todos sientan acogidos en casa . . . pues, ¡qué bienvenida! Tal vez, así, todos podamos regresar a casa en la Navidad.