Había en Listra un hombre tullido de los pies desde su nacimiento que se pasaba la vida sentado y nunca había podido andar. El tullido escuchaba el discurso de Pablo, y éste, mirándolo fijamente, advirtió que aquel hombre tenía fe suficiente como para ser curado, y le ordenó en voz alta: “Levántate y ponte derecho sobre tus pies”. De un salto el hombre se puso en pie y comenzó a caminar. Cuando la gente vio lo que Pablo había hecho, empezaron a gritar en la lengua de Licaonia: “¡Dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos!” Decían que Bernabé era el dios Júpiter y Pablo el dios Mercurio, porque éste era el que hablaba. (Hechos 14:8-12)
Pobres Pablo y Bernabé . . . la gente quería hacer sacrificios a ellos. Pero los apóstoles les detuvieron:
“Les predicamos el Evangelio que los hará dejar los falsos dioses y convertirse al Dios vivo, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo cuanto contienen”. (Hechos 14:15)
Y como el Salmista dice:
No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria. (Salmo 115)