Era un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo los cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Al verlo ahí tendido y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: "¿Quieres curarte?" Le respondió el enfermo: "Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro llegar, ya otro ha bajado antes que yo". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y anda". Al momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. (Jn 5:1-16)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/032123.cfm
En los evangelios, siempre son las buenas personas de la iglesia las que se quejan de Jesús. La curación del paralítico es un ejemplo de ello. La gente no dudaba de que Jesús sanaba. . . pero que lo hiciera en sábado era demasiado para ellos. Como dice el evangelio, ellos “perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado”. ¡La foto de hoy es de la fuente de Betesdá, no en Jerusalén, sino en Nueva York!
Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
Martes, Semana IV, Cuaresma
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