Por aquellos días, Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la noche en oración con Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles. Eran Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Santiago, el hijo de Alfeo, y Simón, llamado el Fanático; Judas, el hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. (Lc 6:12-19)
Mucha gente siempre ha sentido pena por san Judas por tener el mismo nombre que el traidor, Judas. Quizás por eso se convirtió en el santo patrón de causas desesperadas. Y llamaron a san Simón, el “Fanático.” Es genial saber que a pesar de nuestros nombres, nuestra raza, nuestro país de origen, del idioma que hablamos o de nuestra familia de sangre, todos estamos llamados a ser una “morada de Dios” y somos enviados a proclamar el mensaje del Señor “en toda la tierra".