Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada. (Mc 5:21-43)
Interrumpiendo la historia de la curación de la hija de Jairo es la curación de la mujer con el flujo de sangre. Ambas historias enfatizan la necesidad de fe y la compasión de Jesús.