Bienvenidos

Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Estamos muy agradecidos por nuestro viaje a Europa del Este: Alemania, República Checa, Hungría, Eslovaquia, Austria y Polonia. En medio de las hermosas iglesias y la arquitectura, los efectos duraderos de la agresión humana y la guerra aún se pueden ver y, lamentablemente, continúan ocurriendo en Ucrania. Nuestra visita a Auschwitz-Birkenau (donde más de un millón de personas fueron ejecutadas sistemáticamente) fue la parte más profunda e inquietante de este viaje. Pero la gente maravillosa que conocimos y nuestras visitas a los santuarios del Niño Dios de Praga y de Nuestra Señora de Częstochowa nos recordaron que Dios es más grande que lo peor que podemos hacer los humanos y que todos tenemos el deber de cuidarnos los unos a los otros, especialmente a los más vulnerables. En todas partes vimos signos de esperanza para la humanidad: en el memorial del Holocausto en Varsovia, junto a la bandera polaca, estaban las banderas de Ucrania y del Arcoíris.