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Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño,) se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel. (Lc 2:36-40)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/123021.cfm
A veces se olvida a la profetisa Ana (¡de 84 años!) En la historia de Navidad, pero qué papel tan importante tienen que desempeñar nuestros mayores en nuestras vidas. Nuestros ancianos pueden ver la promesa de Dios cumplida al bendecirnos con su sabiduría y experiencia y compartir la historia de sus vidas con todos nosotros.