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Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

En eso, llegó también Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, a quien Jesús amaba, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó. ((Jn 20:1a, 2-8)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/122721.cfm
El Cuarto Evangelio, el que llamamos según Juan, es anónimo. Pero la iglesia siempre ha querido atribuírselo al apóstol Juan. Pero hay una tradición más antigua que dice que el “discípulo a quien Jesús amaba” fue Lázaro, a quien Jesús resucitó de entre los muertos. Eso le daría sentido a este pasaje cuando el "discípulo a quien Jesús amaba" ve la tela "que había cubierto su cabeza, no con las telas del entierro, sino enrollada en un lugar separado". Ve y cree porque por experiencia propia sabe lo que ha sucedido.