Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
—Pregón Pascual
Transcurrido el sábado, María Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salomé, compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, se dirigieron al sepulcro. Por el camino se decían unas a otras: “¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?” Al llegar, vieron que la piedra ya estaba quitada, a pesar de ser muy grande.
Entraron en el sepulcro y vieron a un joven, vestido con una túnica blanca, sentado en el lado derecho, y se llenaron de miedo. Pero él les dijo: “No se espanten. Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto. Ahora vayan a decirles a sus discípulos y a Pedro: ‘Él irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán, como él les dijo’ ”. Las mujeres salieron huyendo del sepulcro, y no dijeron nada a nadie por el miedo que tenían.
(Mc 16:1-8)
El escritor del evangelio Marcos nos da una tarea muy importante . . . pues, las mujeres huyeron y no dijeron nada a nadie. Supongo que nos corresponde a nosotros contar las Buenas Nuevas:
¡Cristo ha resucitado!
¡De veras resucitó el Señor!
¡¡Aleluya, Aleluya!!