Cuando Jesús volvió a Cafarnaúm, corrió la voz de que estaba en casa, y muy pronto se aglomeró tanta gente, que ya no había sitio frente a la puerta. Mientras él enseñaba su doctrina, le quisieron presentar a un paralítico, que iban cargando entre cuatro. Pero como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo, encima de donde estaba Jesús, y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla.
Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados”.
(Mc 2:1-12)
Cuando era niño, amaba este pasaje. Recuerdo nuestra lección de la catequesis con la imagen de los cuatro hombres en el techo rasgado bajando a su amigo en la camilla y Jesús mirando hacia arriba y viendo su fe.