Ojalá que mis palabras se escribieran;
ojalá que se grabaran en láminas de bronce
o con punzón de hierro se esculpieran
en la roca para siempre.
Yo sé bien que mi defensor está vivo
y que al final se levantará a favor del humillado;
de nuevo me revestiré de mi piel
y con mi carne veré a mi Dios;
yo mismo lo veré y no otro,
mis propios ojos lo contemplarán.
Esta es la firme esperanza que tengo’’.
(Job 19:23-27)
Las palabras de Job están grabadas en la roca de la memoria humana expresando el anhelo de ver a Dios. Santa Teresita, la Pequeña Flor, también vivía el “momento de Job” en su vida muy corta y dolorosa y expresó su deseo: "Voy a pasar mi cielo haciendo bien en la tierra . . . Después de mi muerte, haré caer una lluvia de rosas."