Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Ojalá que mis palabras se escribieran;
 ojalá que se grabaran en láminas de bronce
o con punzón de hierro se esculpieran
 en la roca para siempre.
Yo sé bien que mi defensor está vivo
y que al final se levantará a favor del humillado; 
de nuevo me revestiré de mi piel
 y con mi carne veré a mi Dios; 
yo mismo lo veré y no otro,
 mis propios ojos lo contemplarán.
 Esta es la firme esperanza que tengo’’.
(Job 19:23-27)

Las palabras de Job están grabadas en la roca de la memoria humana expresando el anhelo de ver a Dios. Santa Teresita, la Pequeña Flor, también vivía el “momento de Job” en su vida muy corta y dolorosa y expresó su deseo: "Voy a pasar mi cielo haciendo bien en la tierra . . . Después de mi muerte, haré caer una lluvia de rosas."