Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Pues el hombre natural no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque solo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, mientras que él no está sujeto al juicio de nadie.
«¿Quién ha conocido la mente del Señor para poder instruirlo?». Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo. (1 Cor 2:10b-16)
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Decir “tenemos la mente de Cristo” no es una jactancia. Es simplemente lo que significa estar en Cristo. Nuestro bautismo nos llama a vestirnos de la mente y el corazón de Cristo. San Gregorio (540-604) no quería que lo llamaran “magno”. Gregorio sólo quería ser conocido como el “Siervo de los Siervos de Dios”.