Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. (Jn 6:53-56)

Permanecer en Cristo y Cristo en nosotros . . . la comunión con Cristo es el centro de nuestra fe según el Discurso del Pan de Vida en el Cuarto Evangelio. Por eso, todas las comidas son tiempo con Dios. La Fiesta de San José Obrero nos recuerda de que las comidas en casa nos muestran la comunión que tenemos los unos con los otros y con Cristo. Me acuerdo de una bendición de casa cuando estudiaba el español en México. En el comedor había un cuadro de la Última Cena y abajo un letrero: El Huésped Invisible en Todas las Comidas.