Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos”. (Lc 15:1-3, 11-32)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/032722-AnoC.cfm
En el contexto de Comer y Beber con los Pecadores, el evangelio de San Lucas coloca tres parábolas: la Oveja Perdida, la Moneda Perdida, el Hijo Perdido. Hoy tenemos la Parábola del Hijo Perdido (o del Hijo Pródigo). Es significativo que las tres parábolas terminen con una celebración gozosa porque lo que se había perdido se ha encontrado. Que nuestras celebraciones eucarísticas reflejen esa misma alegría. Como nos dice la Antífona de la entrada: Alégrese, Jerusalén, y que se congreguen cuantos la aman. Compartan su alegría los que estaban tristes, vengan a saciarse con su felicidad. Los sufrimientos de Ucrania y de su gente permanecen en nuestras oraciones. La imagen de hoy es El Regreso del Hijo Pródigo de Rembrandt. La canción de hoy es La Alegría en el Perdón que canta la alegría cuando el hijo perdido regresa a casa.