Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

Escuché entonces la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?” Yo le respondí: “Aquí estoy, Señor, envíame”. (Is 6:1-2a, 3-8)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/020622.cfm
En las lecturas de hoy tenemos abundancia. Todas ellas son dignas de ser proclamadas y predicadas: La Llamada del Profeta Isaías, la transmisión de Pablo de la enseñanza sobre los encuentros con el Señor Resucitado, y la Llamada de los Primeros Discípulos. Tal vez no seamos tan entusiasmados como el profeta Isaías (“¡Envíame, envíame!”), o estemos un poco reticentes como San Pedro (“Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador”), todos podemos tener ánimo como San Pablo que sabía que la Llamada no era merecida (“porque yo perseguí a la iglesia de Dios”) sino simplemente la Llamada es la gracia de Dios (“por la gracia de Dios soy lo que soy”). Y como concluye San Pablo: “esto es lo que nosotros predicamos y esto mismo lo que ustedes han creído”.