En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”. (Mt 5:43-48)
“Han oído ustedes que se dijo . . . yo, en cambio, les digo” es material clásico de Jesús. La pregunta nos llega, ¿amamos a nuestros enemigos? Como discípulos de Jesús, hemos pasado dos mil años encontrando todas las excusas posibles para NO cumplir con este mandato de Jesús—desde innumerables guerras hasta las guerras culturales actuales. Quizás ahora sea el momento de escuchar al Señor.