La reina Ester, ante el peligro mortal, suplicó al Señor: “Ayúdame ahora a mí, porque no tengo a nadie más que a ti, Señor y Dios mío”. (Est C 14)
Cuando nos encontremos con el agua al cuello, y no hay rescate, la oración en momento de desesperación puede ser efectiva. Como mi abuela solía decir: “A veces Dios necesita recordatorio.”