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Simeón tomó al niño en brazos y bendijo a Dios, diciendo: "Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel". (Lc 2:22-35)
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/122923.cfm
"¿Nadie me librará de este sacerdote entrometido?". Esa fue la pregunta que Enrique II de Inglaterra hizo a sus cortesanos y precipitó el martirio de Tomás Becket, arzobispo de Canterbury. A veces es difícil seguir al Príncipe de la Paz.