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Porque las cosas de Dios que se pueden conocer, las tienen a la vista; Dios mismo se las ha manifestado. Pues las perfecciones invisibles de Dios, como su poder eterno y su divinidad, resultan visibles desde la creación del mundo para quien reflexiona sobre sus obras, de modo que no tienen disculpa.   (Rom 1:16-25)  

La belleza de la creación no es un obstáculo para la fe. La fe y la ciencia no se excluyen mutuamente, sino que van juntas. Como proclama el salmo de hoy: “Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día comunica su mensaje al otro día y una noche se lo transmite a la otra noche” (Salmo 19).